Por encima del pueblo de les Bons, alrededor de la interesante iglesia de Sant Romà, se hallan varias construcciones que forman el conjunto histórico de les Bons. El paseo desde el núcleo de Encamp hasta la cima de les Bons nos permite descubrir la historia, el patrimonio y las particularidades de la vida en la parroquia.
El Comú de Encamp ha diseñado un itinerario que sale desde su edificio administrativo, sube hacia les Bons y termina frente al histórico Hotel Oros.
Elementos del itinerario
Nos encontramos frente a la sede del Comú de Encamp, un edificio contemporáneo de 1987. Diseñado por Roberto Suso Vergara con la colaboración de Joan García-Borés y Jaume Viaplana, fue uno de los primeros inmuebles de Andorra construidos mediante la técnica del muro cortina y tiene siete pisos. En la fachada (un espejo gigante que refleja cualquier movimiento y juega con la luz y las estaciones del año) están representados los tres colores de la bandera andorrana, así como el color lila de la parroquia. El edificio es geometría en el sentido más estricto de la palabra: presenta una planta triangular y una fachada prácticamente cuadrada. Fue un edificio rompedor para su época. La plaza que tiene delante complementa y lo hace partícipe de toda la vida cotidiana y de los actos que tienen lugar allí.
Frente al Comú de Encamp se alza orgulloso el Hotel Rosaleda, edificio declarado bien de interés cultural, que actualmente es la sede del ministerio encargado de la cultura. El inmueble es obra del arquitecto catalán Adolf Florensa, miembro destacado del movimiento novecentista. Construido entre 1941 y 1943, es uno de los edificios más emblemáticos de la llamada arquitectura del granito y forma parte de los ejemplos diseñados en Andorra por arquitectos prestigiosos, que incorporaron en ellos elementos de corrientes expresivas extranjeras y cosmopolitas. En sus inicios, el hotel tenía 60 habitaciones y era el más lujoso de Andorra. Desde un principio, la mayoría de las habitaciones disponían de baño propio (un auténtico avance para la época). Fue el primer hotel de Andorra con piscina y sala de fiestas. En su interior destacaban las salas de lectura con butacas de cuero, las estancias comunes, pintadas con motivos alegóricos montañeses, hawaianos, tiroleses, españoles y catalanes, y acomodadas de manera lujosa; la escalinata principal y uno de los primeros ascensores eléctricos del país. El servicio del hotel era selecto y el personal era contratado de los mejores establecimientos de Barcelona, aunque también contaba con gente del país para otras tareas. Era un hotel de renombre que no cerraba nunca (evidentemente, orientado a personas con alto poder adquisitivo que veraneaban durante una semana o quince días), y cuya excelencia era destacada por varias guías internacionales de viajes, así como por los propios viajeros. En él han pernoctado personas ilustres, adineradas y famosas, algún descendiente de casas reales europeas, y dicen que hasta Aga Khan III pasó unas noches aquí.
Seguimos y pasamos por debajo de cal Tona. Pese al poco terreno del que se disponía, está muy bien aprovechado. De hecho, el túnel es una habitación en la planta superior, y en la inferior pasa la calle donde antiguamente se celebraba, bajo un buen cobijo, algún mercado o reunión de pueblo.
De camino, fijémonos en esta casa señorial magníficamente restaurada.
Acabamos el recorrido en el Hotel Oros, hotel pionero del país, de los primeros de categoría (mucho antes que el Hotel Rosaleda). El edificio actual es el segundo construido, ya que la riada de 1937 se llevó al primero, de los años 1910. Su promotor fue Josep Mas de casa Oros, el primer maestro laico de la Escuela Francesa de Encamp y un hombre inquieto, adelantado a su época. Se conserva correspondencia entre el señor Mas y varias personalidades, como Woodrow Wilson, presidente de los Estados Unidos de América entre 1912 y 1920.
Tomaremos el camí ral (camino real) para subir a les Bons. Pese a que en Andorra no ha habido nunca monarquía, algunos caminos también recibían el nombre de camino real, ya que eran las principales vías de comunicación del país, recorrían los valles de punta a punta y los comunicaban. En el Manual Digest, el compendio de leyes y costumbres de 1748, su autor, Antoni Fiter i Rossell, recomienda en su máxima 46: “Procurar tener los Caminos reales limpios con la mejor disposición”.
El camino del Oratorio de les Bons es uno de los más antiguos de Andorra: era el camino principal que llevaba hacia Canillo y Francia, la vía natural de acceso hacia el valle de Oriente, siguiendo el valle. La vía está hecha de piedras graníticas pulidas y desgastadas por el uso de siglos. Por estas vías subían y bajaban personas, mensajes y mercancías. Al lado hay prados y campos, que antiguamente eran de siega. Llegando al oratorio, a la derecha, hay un prado con varios promontorios, conocido como el hortal de Queralt, cuya explotación se subastaba antiguamente por un año, y las rentas recaudadas iban destinadas a causas pías, así como a servir de dote y de ayuda a jóvenes casaderas de casas pobres. Lo administraba la rectoría.
El oratorio de les Bons, dedicado a la Virgen, fue construido a finales de siglo XIX. Se trata de un edificio humilde con bóveda de cañón de estilo popular. Aquí los peregrinos se detenían y le rezaban a la Virgen, y es el primer punto desde el cual se vislumbra el Santuario de Meritxell. Aquí rezaban y descansaban, ya que es donde comienza la parte más dura del camino. En su interior hallamos una mayólica de la Virgen, obra del artista local Ramon Argilés, de 1999.
Cuenta la leyenda que un día de verano, a mediados de siglo XIX, tres campesinos de Encamp faenaban en los campos adyacentes después de comer. De repente, cayó un chaparrón. Los hombres corrieron a refugiarse y pasaron tanto miedo que le prometieron a la Virgen que, si los salvaba, le harían un oratorio en señal de agradecimiento.
Continuamos la subida a les Bons atravesando el puente actual, construido en 1948. Del puente original puede verse una reproducción en los puentes del parque del Prat Gran.
En la peña, sobre los carteles indicadores, hay una hilera de piedras, como un muro: son los restos de ca de Pont. Ca de Pont era una casa muy adinerada, y sus propietarios se enorgullecían de ello hasta tal punto que, cuando alguien les pedía alguna cosa, siempre decían que “antes se acabará el agua de la Valira [el río en Andorra es femenino] que los quesos de ca de Pont.”
El pueblo de les Bons merece un paseo. Una de las casas señoriales más representativas de las casas típicas del siglo XVIII andorrano y de las antiguas casas señoriales de Andorra es cal Cotxa. Tiene tres plantas y desván, está orientada al sol y excavada en la roca. Está construida con granito y losas de pizarra, y tiene un tejado a dos aguas. Destaca el balcón de la planta superior, destinado a aprovechar todo el sol y el calor posible. Allí salían sus habitantes a tomar el sol y a dejar secar la colada y la fruta. Los balcones de hierro eran símbolos de riqueza.
La subida ha merecido la pena y hemos llegado a lo alto de la colina. Allí nos espera la iglesia de Sant Romà de les Bons, una capilla románica lombarda consagrada el 23 de enero de 1164, según el acta de consagración hallada en el altar del templo. De planta rectangular y ábside semicircular, conserva un campanario de espadaña de dos ojos que ocupa toda la anchura de la pared oeste. La puerta de entrada, ubicada en la pared oeste y decorada con un friso de dientes de sierra, está resguardada por un porche de época posterior, desde el cual puede verse una magnífica panorámica del valle. El ábside presenta en el exterior una decoración de arcuaciones y bandas lombardas.
En su interior se halla el altar original, con restos de las pinturas murales originales que lo cubrían. Las que se pueden admirar en el tambor del ábside son una reproducción de las románicas, hoy en día conservadas en el Museo Nacional de Arte de Catalunya. En la parte superior de la cubierta del ábside, así como en los muros y en la bóveda de cañón de la nave, se conservan unas pinturas murales góticas. Otros elementos dignos de mención son un retablo gótico de siglo XVI y una pila bautismal de siglo XII.
Frente a la iglesia se alza, imponente, una antigua torre militar que podría haber formado parte de un recinto fortificado. Se desconoce la fecha exacta, aunque podría datarse de finales de siglo XVI, coincidiendo con las incursiones de los hugonotes en Andorra. Según la gente de antaño, cuando una cosa era muy antigua y se desconocía su origen, se decía que era “de los tiempos de los moros”, de ahí su nombre. La iglesia de Sant Romà es románica y su origen podría confundirnos y hacernos pensar que la torre también lo es, pero en 1278 y 1288 se firmaron los pariajes, que prohíben erigir castillo alguno y ordenaban demoler los ya existentes.
Era una torre habitada y destaca el fregadero para lavar los platos, con apertura exterior; unas aspilleras de defensa que servían para disparar proyectiles y, encima, bajo la cubierta (hoy en día desaparecida), los matacanes destinados a defender la torre en caso de ataque. El color rojizo que presentan los muros interiores son producto del incendio que sufrió. Se puede subir hasta arriba y disfrutar de una magnífica vista del pueblo, del valle y del camí ral que sube hasta Francia.
Al lado mismo de la Torre dels Moros y del palomar de Rossell, hay excavado en la roca un depósito de agua. Alimentado por el torrente de les Bons, que pasa cerca, era el antiguo depósito de agua del recinto amurallado. Aquí se recogía el agua de la lluvia y la del torrente y se distribuía por todo el recinto mediante un canal excavado en la roca (puede verse aún hoy en día). Cuenta la leyenda que, en las noches de luna llena, la reina mora salía a bañarse aquí, y que los hombres de les Bons subían hasta ahí a escondidas para verla. Su belleza era tan cautivadora que los hombres que la habían visto se enamoraban profundamente de ella y permanecían embrujados y embelesados el resto de sus vidas.
Los palomares de torre se convirtieron en un modelo constructivo característico en la arquitectura tradicional entre los siglos XVI y XVIII. Estaban destinados a la cría de palomas domésticas, y se podían hallar cerca de la casa como en el centro de algún prado cercano. La cría de palomas tenía dos objetivos: por un lado, el consumo de estas aves como parte de la dieta alimentaria y, por el otro, el aprovechamiento de sus excrementos, la palomina, como abono natural.
No todas las casas tenían palomar. En algunas estaba integrado a la vivienda o a la era, con agujeros abiertos en la fachada, y pocas eran las casas que disponían de un palomar de torre – un elemento que, además de las funciones mencionadas, representaba también un elemento de prestigio: casi todos eran propiedad de las casas más fuertes económicamente.
El palomar está orientado al sol y tiene dos tejados, entre los cuales había una losa con agujeros suficientemente grandes para que pasaran las palomas y no las aves rapaces. También sobresalen una serie de losas en los cuatro muros, cuyo objetivo era evitar que los animales reptadores o las ratas pudieran entrar para comerse a las palomas. Los agujeros donde anidaban las palomas se hallan dentro de los muros de estos palomares.
El palomar de Cotxa está declarado bien de interés cultural.
Volvamos al pueblo de les Bons y paremos para refrescarnos en la fuente que aprovecha el sistema de riego del torrente de les Bons. De hecho, la fuente era un antiguo abrevadero, donde el ganado se detenía cuando bajaba tras arduas jornadas de trabajo en los bancales y en los prados adyacentes.
En les Bons hallamos otra de las casas más importantes de la época situada entre los siglos XVI-XVIII en Andorra, que conserva restos de la pintura original de la época en la fachada principal. Era una casa fuerte y competía con ca de Pont. Sus antiguos habitantes eran considerados prohoms (antaño, casas fuertes con derecho a participar en la política de Andorra) y a menudo ocupaban cargos destacados en las administraciones locales y generales. En un inventario de 1633 consta que tenían cubiertos de plata y una vajilla de escudillas de cobre, así como libros y pergaminos antiguos. En una ocasión, a principios de siglo XVIII, tuvo lugar el entierro del cabeza de familia de ca de Mas. Se le dieron honores fúnebres con la asistencia de 33 mosenes, “todos los sacerdotes de los Valles”, una cifra única y exagerada. Este hecho nos da una idea del poder que tenía esta casa, ya que además de pagar las misas, tenían que mantener a los capellanes y a sus animales durante días.
El paseo continua por el antiguo lavadero del pueblo de les Bons, uno de los pocos que aún se conservan en Andorra, donde las mujeres lavaban la ropa los sábados y hacían la colada con ceniza. La ceniza no se tiraba nunca en las casas, ya que permitía fertilizar los campos y servía para hacer lejía. Los jabones utilizados eran hechos a base de aceite y sosa cáustica y de grasas animales o vegetales. Después dejaban secar la ropa al aire libre, lo que impregnaba el pueblo de un olor a limpio muy característico.
Salimos de les Bons y continuamos por el paseo del río. Desde ahí podemos detenernos y mirar atrás para disfrutar de una buena perspectiva del pueblo de les Bons.
La visita es libre, ya que se trata de un paseo.
La iglesia de Sant Romà de les Bons está abierta durante el verano.
L2 Encamp / L4 El Pas de la Casa